El plan de Erdogán para el pueblo kurdo: destruir, reconstruir, pacificar.
04/03/2016
por Rosa Burç, publicado originalmente en Telesurtv.net
El gobierno turco tiene un plan de post guerra: ofrecer a las personas kurdas viviendas de lujo a cambio de su obediencia civil.
Sur es un distrito del sureste de Turquía, parte de la capital Kurda, Diyarbakir, que ha sido expuesto a toques de queda durante las 24h desde el 02/12/2015.
Las primeras fotos de Sur – o “Amed”, como las gentes kurdas suelen llamar a esta ciudad usando su nombre histórico – que consiguieron atravesar el embargo de noticias que cierra el país, revelaron la extensión de la destrucción: edificios demolidos, casas acribilladas a agujeros de bala, tiendas saqueadas, cadáveres en las calles, e iglesias y mezquitas destruidas en un distrito que es conocido por el centro histórico de la ciudad.
Algo se hizo claro: el estado turco no ha impuesto toques de queda, sino que más bien ha puesto a ciudades enteras en estado de sitio.
Sur es solamente un ejemplo de lo que ha estado pasando en toda la región de población kurda desde que el presidente Recep Tayyip Erdogan finalizó el proceso de paz con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una organización de guerrilla que ha estado luchando por la autodeterminación kurda en Turquía y la región desde hace más de 40 años. Esto implica que Erdogan no solo ha finalizado el proceso de paz con el PKK, precario pero prometedor, sino que también está potenciando una campaña de linchamiento contra el pueblo kurdo, las voces opositoras, los medios críticos y sobre todo, contra el Partído Democrático de los Pueblos, el HDP – pro-kurdo.
Todo esto sucede como consecuencia de del relevante revés que sufrió su partido en las elecciones generales del 07/06/2015, en las que el elevado apoyo social hacia el HDP, y el éxito electoral le negaron al AKP, partido de Erdogan, la mayoría absoluta que necesitaba para introducir su ansiado sistema presidencialista autoritario.
El gobierno, mano a mano con el ejército, lanzó las llamadas “operaciones de limpieza” contra supuestos miembros del PKK inmediatamente después, aunque en realidad sus objetivos eran personas kurdas civiles y lo que se pretendía era un acto de castigo colectivo. Esta actividad no solo ha aumentado el número de muertes diarias, sino que se han destruido distritos completos, lo que ha causado significativos desplazamientos de la población.
Como ya se había hecho en otras ciudades, la población de Sur ha sido desplazada sistemáticamente. Sus habitantes huyeron o fueron forzadas a abandonar sus hogares cuando se levantó por unas pocas horas el sitio – la última vez fue el 11/12. A día de hoy solo unas 1.000 de las 28.000 personas que residían en Sur se han quedado allí, muchas de ellas heridas o atrapadas en edificios destrozados, esperando a que finalice el estado de sitio.
El 05/02/2016, el gobierno reveló un plan de acción en diez pasos dirigido a “reparar” el sureste de Turquía, que él mismo había destruido, y que de acuerdo con el primer ministro Ahmed Davotuglu ha sido “traumatizado por terroristas que han prendido la mecha”. El plan incluye la compensación de pagos, consultas gubernamentales con los guardias del pueblo que funcionan como milicias kurdas pro-gubernamentales, además de la construcción de torres de seguridad a prueba de balas en distritos urbanos.
El concepto de guerra del gobierno, que incluye su plan maestro para después de las operaciones, es nada menos que un intento de arrancar a las personas residentes de los espacios que han habitado históricamente, forzar la dependencia económica y crear personas obedientes aplastadas para aceptar la sumisión.
“Uniremos la conciencia de la nación y su sabiduría con la razón del estado. Todas las diferencias entre la nación y el estado serán eliminadas completamente, y conseguiremos con ello un entendimiento que permitirá unir e integrar la nación”, dijo Davutoglu presentando el plan de acción.
Resulta interesante que aproximadamente al mismo tiempo que los medios pro-gubernamentales ofrecieron titulares como: “El terror debe ser respondido con TOKI”, o “TOKI vuelve al trabajo”. El TOKI (Administración Masiva de la Vivienda) es el cuerpo de la vivienda estatal, que ha estado en operación bajo el control directo del primer ministro desde 2003. pese a ser una empresa pública activa a nivel oficial, el TOKI se ha convertido esencialmente en una gran agencia de privatización que administra las ventas de propiedades y edificios públicos a entidades comerciales privadas, de forma que los terrenos públicos se están empleando como su principal capital, y principalmente para proyectos de viviendas de lujo que se ofrecen a contratistas seleccionados.
En 2001, el TOKI empezó trabajos de demolición en Sur tras la declaración del presidente Erdogán de que se iban a implementar “nuevos proyectos” en Diyarbakir buscando hacerla “atractiva para el turismo internacional”. Sin embargo, en 2013 los trabajos de construcción fueron detenidos por fuerzas de la oposición local, principalmente en municipios gestionados por el HDP que prohibieron nuevos proyectos de construcción arbitrarios.
El régimen de Erdogán es bien conocido por sus políticas neoliberales basadas principalmente en dos pilares centrados en el beneficio: la construcción y la energía. En consecuencia, no pareció sorprendente cuando el primer ministro Davutoglu anunció públicamente: “¡Reconstruiremos Sur para que se parezca a Toledo! Todo el mundo querrá venir y apreciará su textura arquitectónica.” sin mencionar la posibilidad de que las personas residentes que habían sido desplazadas volvieran.
El gobierno no dudó en declarar que distritos kurdos completos estaban bajo un riesgo de seguridad, en lugar de evaluar los daños que había sufrido cada edificio de forma separada. Esto significa que el TOKI es independiente por ley a la hora de tomar sus decisiones sobre el inicio de trabajos de construcción en aquellas áreas que han sido declaradas “no seguras”. Ahora se están poniendo en marcha proyectos de construcción de viviendas y edificios de lujo impulsados por oficiales estatales, mientras que los periódicos pro-gobierno los apoyan para luchar contra “el crimen y el terror”.
La idea consiste en construir nuevas residencias masivas a las afueras de la ciudad, para ofrecer préstamos a bajos intereses a las personas residentes que han sido desplazadas, además de para ofrecer nuevas oportunidades de trabajo, de forma que se creará una nueva relación basada en la dependencia económica entre la ciudadanía kurda empobrecida y el estado turco. De esta manera, el estado ha organizado todas las condiciones para comenzar una etapa en que tome el papel de principal salvador en este conflicto.
La mentalidad de rentista del gobierno del AKP en el poder siempre se ha entendido en términos de “crecimiento económico”. El estado turco, sin embargo, tiene una larga historia de aplicación del mismo tipo de prácticas de economía social llevadas a cabo para conseguir victorias políticas asimilacionistas.
Hasta hoy día, el estado turco siempre ha intentado integrar y homogeneizar a sus regiones disidentes en una corriente cultural común por medio de invadir sus espacios tradicionales, deconstruirlos y crear nuevos espacios controlados. Después de la masacre de Dersim en 1938, a la que siguió un alzamiento kurdo contra las represiones del estado, la población kurda superviviente fue redistribuida a varias ciudades diferentes en el estado turco. Igual sucedió en los 1990, cuando el ejército turco incendió 4.000 pueblos kurdos de forma que toda la población rural tuvo que desplazarse y fue forzada a emigrar hacia núcleos urbanos. En ambos casos fue el estado turco quien intentó domesticar a aquellas personas que resistían contra las agresivas políticas de turquificación.
Selma Irmak, co-presidente del Congreso Social Demócrata de Diyarbakir (DTK), indicó en uno de sus discursos durante su visita a Alemania en enero que el estado turco está poniendo toda su energía en “eliminar todo lo que queda del sentimiento kurdo” en la región.
Los paisajes son ideologías que toman una forma concreta, donde se crean y reproducen identidades a través de espacios particulares. Las ciudades están expuestas al estado de sitio militar que sucede no solo actualmente en los baluartes electorales del HDP, sino que históricamente han conocido el disentimiento y la resistencia. Las plazas públicas, monumentos, calles, áreas residenciales y edificios históricos que una vez fueron restaurados cuidadosamente por las municipalidades del HDP con la intención de crear un lugar de paz, donde pudiera darse una convivieran entre distintos credos y distintas etnias, han sido objetivo – casi parece que de forma intencionada – de bombardeos pesados de los equipos de operaciones especiales turcos.
El régimen de Erdogan cree que la estrategia de pacificar a la población por medio de prometer viviendas de lujo en guetos de nueva construcción en la ciudad tendrá éxito, aunque la historia muestra que nunca lo tuvo, de la misma manera que lo prueban las personas que defienden sus vidas tras barricadas y trincheras contra el ejército turco en Sûr y en todas los demás barrios y ciudades kurdas en estado de sitio, que son las mismas personas que fueron desplazadas en los 90.
En una entrevista publicada por el periódico kurdo Özgür Gündem el 25/02/2016, Fesla Ayaz, de 87 años, resume amablemente el sentimiento de la gente en el sureste: “Sur es mi amor, mi niño, mi muro, mi existencia, mi no-existencia. Piensa en una madre que no puede tomar en brazos a su hija. Por la misma razón no puedo dejar Sur.”
Rosa Burç, de 25 años, es candidata a un doctorado y asistente de investigación en el Departamento de Gobierno Comparativo de la Universidad de Bonn. Su investigación se centra en Estados-Nación y Teorías del (Post-)Nacionalismo.