Destrucción de la Sociedad

Entre los años 2008 y 2011, desde su celda en la prisión de alta seguridad en la isla de Imrali (Turquía), Abdullah Öcalan escribió Manifiesto por una Civilización Democrática, conocido popularmente como "Defensas", ya que fue enviado al Tribunal de Apelación del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, reclamando su derecho a un juicio justo. Esta obra, compuesta por cinco tomos, recoge el pensamiento del líder kurdo y presidente del Partido de los Trabajadores de Kurdistán.
Los tres primeros tomos han sido publicados en castellano por Descontrol Editorial, y próximamente lo será el cuarto, del que ofreceremos algunos extractos en nuestra página en diferentes entradas.
«En la actualidad, el industrialismo y el capitalismo, pilares de la modernidad, muestran su verdadero potencial destructivo al disolver y destruir la agricultura tradicional y la sociedad rural. Mientras el pilar del Estado nación termina de convertir la región en una mazmorra y la ahoga en sangre y lágrimas, el industrialismo y el capitalismo se sirven de los métodos de saqueo más expoliadores del monopolio colaboracionista de las clases dominantes, dejando a un lado los valores sociales acumulados durante miles de años, descartándolos por no ser rentables, desechándolos y presentándolos como obsoletos. La desaparición de la sociedad rural agraria no es un simple problema económico. Tampoco es el problema que la economía industrial, más rentable, esté ganando importancia en lugar de la agricultura; sino el propio ser social. Es la destrucción de una cultura social de diez mil años de antigüedad. En el entorno actual de crisis estructural, la sociedad está siendo deliberadamente condenada al desempleo en muchos ámbitos, especialmente en el sector agrario, y la agricultura se está viendo afectada por la utilización de plantas modificadas genéticamente. Estas no solo destruyen las plantas naturales, sino que también arrasan con el medio ambiente generando a su vez un sinfín de enfermedades.
El capitalismo industrial es un monopolio que ataca a la sociedad al menos tanto como el monopolio del Estado nación. Su relevancia para la economía se malinterpreta y distorsiona deliberadamente. El industrialismo ha jugado un papel histórico en la hegemonía europea, pero su verdadero papel en las periferias del mundo es el establecimiento de esta hegemonía, incluso destruyendo las industrias locales bajo la pretensión de técnicas de producción más eficaces. No es económico, sino antieconómico. Las sociedades de Oriente Medio, que han permanecido ricas a lo largo de su historia, han experimentado sus periodos de mayor pobreza bajo los ataques de la modernidad en los dos últimos siglos. La desaparición de la agricultura y de la sociedad rural agraria no es una exigencia de eficiencia económica; se lleva a cabo para asegurar la dominación de clase en nombre de la burguesía. Es una cuestión de política y poder.
El industrialismo puede proporcionar el máximo beneficio a las metrópolis hegemónicas. Sin embargo, su precio es la desertización de las zonas rurales y el abandono de los pueblos. Por lo tanto, agrava la crisis social y económica. En la geografía y la vida económica de Oriente Medio, el industrialismo es una técnica de ataque ideológico y político que tiene consecuencias quizá más peligrosas que las guerras entre potencias. El cambio climático es el principal responsable de que se sequen los lagos, humedales y ríos, y si su destrucción continúa a este ritmo, dejará un mundo inhabitable. La amenaza que supone el industrialismo para la sociedad y la vida en Oriente Medio, construida con una acumulación cultural de quince mil años, es tan peligrosa como los genocidios experimentados a través de las guerras. Una vez más, debo afirmar que el industrialismo, contrariamente a la creencia popular, es la principal herramienta para atacar a la economía y a la sociedad. Es también el poder que destruye la verdadera industria. El desarrollo industrial, impulsado por la codicia del capitalismo por obtener el máximo beneficio, no conduce a los países a la prosperidad y la riqueza, sino a la destrucción y la pobreza. Más que a la crisis, conduce a la ruina. La devastación causada por la industria de la amapola en Afganistán y por las industrias petroleras en el caso de Irak exponen esta verdad. No son solo los países los que se arruinan; es la sociedad y la cultura histórica.»
Extracto de:
Manifiesto por una Civilización Democrática, Tomo IV: La Civilización Democrática, Una Solución a la Crisis de Civilización en Oriente Medio, por Abdullah Öcalan.
Capítulo Seis: LA CRISIS DE LA SOCIEDAD EN ORIENTE MEDIO Y LA SOLUCIÓN DE LA CIVILIZACIÓN DEMOCRÁTICA
[Próxima publicación en castellano]