Dentro de las prisiones de Erdogan
Artículo publicado en el New York Times escrito por Safak Pavey, miembro del Parlamento turco por el Partido del Pueblo Republicano (CHP)
ESTAMBUL – Durante los últimos seis años, he sido miembro del Parlamento turco, en representación de Estambul, por el partido opositor Partido del Pueblo Republicano [CHP]. Ello me ha obligado aconvertirme en un especialista en el sistema carcelario turco, ya que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) del Presidente Recep Tayyip Erdogan ha incrementado la persecución de políticos, activistas, profesionales y todo tipo de ciudadanos que se oponen a sus reglas y arrestado a miles de personas tras el fallido golpe de estado del pasado julio [2016].
Mi mañana comienza con la lectura de las noticias; buscando fechas de comparecencia ante el juzgado de parlamentarios, periodistas y académicos detenidos; y comprobando una página web donde el gobierno expone sus decretos y los nombres de personas que van a ser purgados del gobierno, el ejército, hospitales, bancos, escuelas y otras instituciones.
El permiso para visitar una prisión turca es acordado por el Ministro de Justicia tras una solicitud que indica los nombres de los prisioneros y posibles fechas de visita. Con las cifras de arrestados en aumento cada día, tienes que ser muy cuidadoso para no confundir el nombre de un prisionero o su localización. El más mínimo error invalida el permiso.
Comencé visitando a cinco presos políticos en 2011. Ahora visito a más de 50, que componen una diminuta fracción de los detenidos. Entre los que visito hay periodistas de los diarios Cumhuriyet y Birgun, que son críticos con el gobierno del Sr. Erdogan. Uno de ellos es Musa Kart, un dibujante de Cumhuriyet, que ha estado encarcelado junto a 11 colegas desde octubre; se enfrentan a los cargos de “apoyo a una organización terrorista armada sin pertenencia a la misma”. Los fiscales solicitan sentencias de hasta 29 años de prisión.
Los cargos contra escritores y periodistas detenidos resultan ridículos a veces. La evidencia criminal contra Atilla Tas, un columnista encarcelado, incluía uno de sus tuits: “¡Edison no habría inventado la “bombilla” si hubiera visto estos días!” El símbolo electoral del AKP es la bombilla. El tribunal ordenó la puesta en libertad del Sr. Tas tras la primera vista el pasado marzo. Los jueces del caso fueron relevados de su cargo ese mismo día. Fue nuevamente arrestado por otra investigación cuando se preparaba para salir de una prisión de Estambul. Sigue en la cárcel, esperando su nuevo juicio.
Hay tanto escritores, periodistas y otros profesionales en las prisiones turcas que 38.000 reclusos convictos de fraude, violación, robo, pillaje y extorsión han sido liberados antes de cumplir sus sentencias para hacer sitio.
Los visitantes disponen de 20 minutos con un preso. Incluyendo el tiempo que tarda éste en ser trasladado desde su celda al cuarto de visitas y regreso a la misma, supone alrededor de una hora. Para visitar a 20 presos, uno tiene que alojarse en las cercanías durante algunos días. Puesto que no se permite introducir comida ni bebidas en la prisión, llevo galletas en mi coche.
A menudo visito la prisión de Silivri, que se encuentra a unos 96 kms de mi casa en Estambul. Atravieso todo tipo de controles de seguridad, incluyendo un escáner de ojos. Los controles de la entrada son los más duros para mí. Desde que tuve un accidente de tren hace algunos años, tengo prótesis de cadera, que producen un ruido estridente en los aparatos de seguridad.
Sólo se me permite acceder con un cuaderno y un bolígrafo. Los presos no están autorizados a escribir en mi cuaderno o compartir notas escritas. Yo tomo nota de lo que desearían hacer llegar a sus familiares y abogados.
Las normas de visita van cambiando. Por ejemplo, los días de visita son los miércoles y los jueves, pero los funcionarios de la prisión pueden decidir interpretar “y” como “o”. Incluso los guardias de la prisión están atemorizados. Si pides un vaso de agua, no te lo facilitarán, a fin de evitar acusaciones de ser condescendientes con la oposición. Muchos han sido despedidos desde el golpe.
Los cacheos de prisioneros desnudos son comunes. El gobierno, de manera rutinaria, expone fotografías de presos esposados a la espalda. Amnistía Internacional y Human Rights Watch han informado de malos tratos y torturas a los presos. Los internos son obligados a ponerse de rodillas, son golpeados con porras y privados de sueño hasta que firman las confesiones que les ponen delante.
El acceso a la sanidad en prisión es arbitrario. Los síntomas de una enfermedad son determinados no por el doctor sino por el Ministro de Justicia. Para ir al médico, los internos enfermos graves pasan horas metidos en un furgón con sus manos esposadas a la espalda.
Los individuos LGBTI son aislados para que “no infecten de SIDA o sífilis”. En 2015, 43 personas se suicidaron en cárceles turcas; en 2016, el número se elevó a 66, según datos del gobierno.
Los internos no gozan de privacidad, ni siquiera para acceder a un cuarto de baño privado. Las cámaras de vigilancia cubren la puerta de la celda, la ventana y las camas; los reclusos son vigilados mientras duermen. Cubrir las ventanas de las celdas con periódicos o colocar una cortina están prohibidos.
A pesar de las largas detenciones arbitrarias -en algunos casos hasta 10 meses- no se han preparado las acusaciones. Se permite a los presos hablar con sus abogados durante sólo una hora a la semana. Muchos de ellos no pueden permitirse un abogado, y algunos abogados designados de oficio muestran escaso interés.
Los prisioneros no pueden escribir cartas. Ni siquiera se les permite tener un descanso juntos en el patio de la cárcel. Los internos tienen derecho a 10 libros a la semana, pero se les entrega uno al mes. He oído decirle a un interno: “El libro no está disponible, pero el autor está aquí, por si te interesa.”
Fuente: New York Times
Autoría: SAFAK PAVEY
Fecha de publicación 14 juio 2017
Traducido por Rojava Azadî