Breve guía para entender a los kurdos
Análisis.
Se ha dicho que los kurdos son una nación sin fronteras, aunque eso es solo parcialmente cierto. Son, por supuesto, ciudadanos de muchos países, unos que su patria está en Oriente Medio y otros mucho más lejos. Pero para los kurdos – una nación de alrededor de 25 millones de personas que, a pesar de su cultura en común, hablan diferentes idiomas, practican diferentes religiones, suscriben diferentes ideologías políticas y posee diferentes pasaportes – la nacionalidad no es un asunto simple.
Sería mucho más apropiado decir que los kurdos, habiéndose integrado en los países no los consideran como propios, tienden a ser ciudadanos en nombre pero no en la práctica. Y son sujeto, por lo tanto, de discriminación y una total opresión. En Turquía, los planes de estudio en la lengua kurda están todavía prohibidos en la mayoría de los colegios. En Iraq, aproximadamente entre 50.000 y 100.000 kurdos fueron asesinados en la pasada década de 1980, durante la operación al-Anfal de Saddam Hussein. En Irán, hasta 1.200 presos políticos kurdos fueron presuntamente ejecutados después de la revolución iraní de 1979.
Los kurdos no tienen otra opción que asimilar que el país que muchos de ellos prefieren llamar hogar – Kurdistán – no existe y que probablemente nunca lo hará.
Otros incontables grupos étnicos han presionado por la independencia, pero esta es la historia de los kurdos, quienes durante más de un siglo han intentado y fallado en la creación de un estado propio. Sus fallos eran, quizás, inevitables; establecer un estado es difícil cuando el desapoderamiento de sus posibles ciudadanos ha sido codificado en la ley internacional. El Tratado de Lausana de 1923 – el cual reemplazando el fallido Tratado de Sevres, un documento que pretendía establecer una frontera para Kurdistán – lo trataba. Aún así, los kurdos tuvieron éxito haciéndolo, brevemente no obstante, en 1946, con la creación de la República Mahabad, un enclave nominalmente kurdo en Irán que fue apoyado por la Unión Soviética y duró menos de un año. Ellos han triunfado, además, en conseguir un cierto grado de autonomía, si no una total categoría de estado, con el Gobierno Regional del Kurdistán (KRG) en el norte de Iraq, así como en la zona de Rojava en el norte de Siria.
Así, los kurdos no se encuentran así mismos totalmente desplazados sino con un estado propio, torpemente situado en una región marcada por el caos y explotada por las potencias extranjeras. La explicación a su dilema comienza, como suele ser el caso, con la geografía.
Identidades destrozadas.
Kurdistán, el nombre coloquial dado para la patria histórica de los kurdos, es una región interior que se encuentra entre Turquía, Siria, Iraq e Irán. Las montañas Magros cortan su corazón desde el sudeste hasta el noroeste, formando un formidable terreno que impide el tipo de cohesión endémica en los países que lo rodean. Los kurdos, por lo tanto, son éticamente distintos de sus vecinos árabes y turcos, incluso aunque muchos de ellos comparten la misma tradición religiosa suní. (Hay, principalmente, grupos de kurdos judíos, chips, yazidíes y zoroastrianos diseminados por la región.) Y aunque los kurdos se aproximan más a los persas de lo que lo hacen con otros grupos étnicos, son culturalmente únicos, y eso los ha empapado con una fuerte y singular identidad.
Pero si las condiciones de su existencia forjaron una singular identidad cultural, esas mismas condiciones destrozaron su identidad lingüística. Los dialectos kurdos se dividen en dos categorías: Kurmanji en el norte (Turquía, Armenia, Siria y el norte de Iraq) y Sorani en el sur (centro de Iraq e Irán). Aquellos que hablan dialectos distintos pueden generalmente entenderse unos a otros, pero puede haber grandes diferencias lingüísticas. Y, manteniendo la complejidad de las políticas de identidad kurdas, hay también una rama del dialecto Goran, conocida como Zaza, hablado por aproximadamente 4 millones de personas en Turquía, que a veces se identifican como kurdos y otras veces como un grupo distinto.
Estas condiciones han creado también divisiones políticas. Muchas de las organizaciones de la región generalmente están de acuerdo en que los kurdos deberían crear un estado propio, pero discrepan sobre cómo hacerlo. Algunos, abogan por cooperar con los gobiernos estatales, otros no. Estos desacuerdos se han vuelto en ocasiones violentos. Cuando el Partido Democrático del Kurdistán (KDP) de Iraq se alió con el gobierno en Ankara en agosto de 1995, por ejemplo, el Partido de Trabajadores del Kurdistán (PKK) de Turquía respondió atacando al KDP – un duro recordatorio del coste de apoyar a un adversario regional.
Y por si no fuese suficiente, benefactores externos han explotado estas rivalidades para contener el crecimiento de estados kurdos independientes. Sus razones para hacerlo son diversas. Está, por supuesto, el problema del territorio, por el cual ningún estado se rendiría voluntariamente ante nadie, dejando sola a una minoría étnica que podría cambiar sus reglas. Ningún estado quiere tampoco establecer un precedente que anime a otras minorías étnicas en Oriente Medio a separarse. Los estados también bloquean la categoría de estado kurda por razones económicas. Turquía, por ejemplo, quiere mantener el acceso a los recursos energéticos del norte de Iraq, sin mencionar su continua influencia sobre el Kurdistán iraquí – a lo que se debe su decisión de apoyar al KDP. Iraq también se beneficia de los ingresos petroleros generados por el KRG, el cual estaría menos interesado en compartir con Baghdad si Kurdistán fuera un estado real.
Lo que complica más el problema es que en su esfuerzo de explotar a los kurdos, estos estados compiten unos contra otros. De hecho, hay una competición en la cual Irán y Turquía usan sus partidos kurdos afiliados para competir por la influencia en el KRG. Una reciente alianza entre la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK) y la ramificación del partido Gorran parece impedir la asociación Turquía – KDP por ahora, pero si la historia es un indicativo, la situación puede cambiar en cualquier momento.
El movimiento por la autonomía.
Con tanto en juego, no es de extrañar que los gobiernos de la región hayan silenciado repetidamente a las peticiones de independencia kurdas. Levantamientos fallidos han tenido lugar en Siria, Irán, Turquía e Iraq desde la Segunda Guerra Mundial. Pero en 1991, la Guerra del Golfo y otra rebelión fallida de los kurdos iraquíes revitalizaron movimientos por la autonomía. La condena internacional de la invasión de Saddam Hussein de Kuwait – y la posterior zona de exclusión aérea de Estados Unidos sobre Iraq – creó un espacio seguro en el cual un estado kurdo de facto empezó a emerger. Sin embargo, la unión política continuó siendo difícil y en 1994 estalló una guerra civil entre los dos mayores partidos kurdos de Iraq: el KDP, apoyado por los gobiernos turcos e iraquíes, y el PUK, respaldado por el PKK turco y la Brigada Badr de influencia iraní. No fue hasta cuatro años después que los Estados Unidos fue capaz de negociar la paz entre los dos partidos, lo cual, junto a los otros partidos kurdos, ahora constituyen cerca del 20% de la legislatura iraquí.
Los grupos extremistas que han salido del brazo militante de estos partidos políticos continúan entorpeciendo la formación de un estado kurdo. Los Halcones de la Libertad del Kurdistán de Turquía, el ala terrorista urbano del PKK ha lanzado ataques durante más de una década, aunque sus asaltos se han vuelto más frecuentes en los últimos meses. Una filial iraní del PKK, el Partido por una Vida Libre en Kurdistán, mientras tanto, ha atacado esporádicamente a las fuerzas de seguridad iraníes en las áreas de mayoría kurda durante la mayor parte de una década. Los votantes iraníes tienden a recordar estos episodios de violencia cuando van a las elecciones y frecuentemente han votado en contra de los candidatos kurdos por consiguiente.
Pero hay algunos signos recientes de cohesión. Los conflictos en Iraq y Siria han acercado a las facciones kurdas, gracias al crecimiento de un enemigo común: el Estado Islámico. A pesar de su pasado lleno de conflictos, incluso el PKK y el KDP están trabajando juntos para combatir al grupo yihadista, aunque el KDP continúa permitiendo a Turquía alcanzar los objetivos del PKK de forma regular. Todavía, profundas fisuras permanecen entre las personas kurdas. El KDP y el PUK, en particular, continúan peleando mientras el PUK trabaja para asegurar que permanezca libre del control de KDP, llegando incluso a alcanzar acuerdos con Bagdad para hacerlo. Puesto que estos grupos dirigen sus propias fuerzas armadas, conocidas como peshmerga, en la lucha contra el Estado Islámico, la tensión entre ellos a menudo se traduce en incoherencias y pérdidas territoriales en el campo de batalla. Así que mientras que los kurdos iraquíes han tenido algún éxito en el establecimiento de un estado de facto, un estado kurdo más amplio es improbable que emerja en algún momento cercano.
En su lugar, los kurdos continuarán siendo un blanco fácil para las potencias extranjeras – incluso aquellas que están fuera de su región de origen – que quieran utilizarlos para sus propios finales políticos. Los británicos lo hicieron en el Kurdistán turco en la década de 1920, y los Estados Unidos lo están haciendo ahora en Siria, donde apoya a las Unidades de Protección Popular kurdas para librar una guerra de poder contra el Estado Islámico. Y son estos poderes, no los que aspiran a un Kurdistán unido e independiente, los que darán forma al futuro de los kurdos.
Fuente: Stratfor
Autoría: Stratfor
Fecha de publicación: 23 de mayo de 2016
Traducido por Rojava Azadî.