11 años después del genocidio yazidí en Shengal

ANHA – 3 julio 2025 – Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid
Los yazidíes conmemoran la masacre frente al monte Shengal
En el 11.º aniversario del ataque del ISIS, los yazidíes de Shengal conmemoraron a los que perdieron la vida mirando hacia el monte Shengal.
En el 11.º aniversario de la masacre cometida por el ISIS contra la comunidad yazidí el 3 de agosto de 2014, se conmemoró a quienes perdieron la vida. En la ciudad donde se detuvo la vida, la gente volvió su rostro hacia el monte Shengal y guardó tres minutos de silencio por quienes perdieron la vida. La gente también rindió homenaje a la lucha contra el ISIS durante la conmemoración.
Bajo el liderazgo de la Administración Autónoma de Shengal, todos, desde Herdan hasta Borik, Guhbel, Duhola, Dîgur, Sinûn y Xanesor, desde el centro de Shengal hasta Girzerik, Tilezêr, Sîba y Mediban, detuvieron la vida durante tres minutos.
Historia de una familia yazidí capturada por el ISIS
Once años después del ataque del ISIS contra Shengal, sigue sin conocerse el paradero de cinco miembros de la familia Xelef. Berzan y Faris Xelef, dos hermanos que fueron secuestrados cuando eran niños y obligados a ocultar su fe para sobrevivir, han hablado sobre los horrores que padecieron durante los cuatro años que pasaron cautivos del ISIS.
La ofensiva del ISIS del 3 de agosto de 2014 contra la comunidad yazidí en Shengal, Irak, es recordada como el 74º genocidio, o «Ferman», de la historia yazidí. Miles de personas fueron asesinadas y otras miles, en su mayoría mujeres y niños, fueron secuestradas.
Entre los capturados se encontraba la familia Xelef, del pueblo de Qapûsî, cerca de Tilazer. Se llevaron a siete miembros de la familia: la madre Kinê, el padre Îdo y cinco hijos, Rênas, Rena, Fîraz, Berzan y Faris. Solo Berzan y Faris fueron rescatados finalmente tras cuatro años de cautiverio. Se desconoce el paradero de los demás.
«Me cortaron la mano porque no quería convertirme.»
Berzan Xelef, ahora de 21 años, tenía 11 cuando fue secuestrado. Fue rescatado en 2018 durante una operación militar en Deir ez-Zor. Su hermano menor, Faris, secuestrado a los 7 años, fue liberado en 2019 del famoso campo de al-Hol.
Berzan relató cómo separaron a su familia: «Nos escondimos en los árboles durante un mes. Cuando el ISIS nos capturó, nos llevaron a Kocho, donde había cabezas y miembros amputados tirados por el suelo. A mi padre y a muchos otros hombres los subieron a camiones y nunca volvieron».
Recordó que le obligaron a aprender el Corán y le castigaron por no realizar los rituales islámicos: «Nos llamaban infieles y nos torturaban. Más tarde, nos trasladaron a Raqqa, nos encerraron en una casa y nos golpearon por no memorizar los textos religiosos. Finalmente, nos llevaron al desierto para entrenarnos en el uso de armas».
Berzan fue enviado al pueblo de Cefra, donde resultó herido en un ataque aéreo. Tras negarse a convertirse al islam, lo drogaron y, cuando despertó, descubrió que le habían amputado la mano derecha. «El dolor era insoportable. Mi pierna aún no se ha curado del todo. Intento vivir sin una mano», afirmó.
«Nunca volví a ser niño.»
«Nunca podré olvidar el día en que los guerrilleros nos liberaron», dijo Berzan. «Fue como renacer. Fueron nuestros salvadores». Tras su rescate, lo llevaron a Hesekê y más tarde se reunió con sus familiares supervivientes. «Sigo sin saber qué les pasó a mi madre, a mi padre y a mis hermanos. La nostalgia que siento por ellos es indescriptible. Nunca volví a ser un niño».
«Oculté mi identidad para seguir con vida.»
Faris Xelef, ahora de 18 años, pasó dos años encerrado en una casa en Mosul, donde recibió entrenamiento religioso y militar. Más tarde fue trasladado a Siria. «Seguí intentando escapar, pero todos mis intentos acababan en tortura», cuenta.
En un momento dado, Faris fue acogido por una familia de Tel Afar, que más tarde lo envió al campo de Al-Hol. «Su hijo me maltrataba. Nunca dije que era yazidí porque nos advirtieron: «Si lo descubren, te matarán». Incluso cuando las SDF nos liberaron, lo mantuve en secreto».
Tras su rescate, fue llevado a un refugio yazidí en Hesekê y posteriormente regresó a Shengal. «Lo que más me atormentaba eran los cadáveres y la tortura. Era un niño, rodeado de cadáveres, miembros amputados. A un niño le habían clavado clavos en la pierna. No pude hablar mi lengua materna durante cinco años. Solo sabía árabe. Tuve que volver a aprender kurdo».
Zeynep Durgut